domingo, 23 de febrero de 2014

Aprovecharlo todo

El primer consejo es incluir como alimento lo que muchas veces se descarta, como tallos, semillas y hojas de las verduras, las hortalizas y las legumbres. Esta propuesta, de hecho, forma parte de las campañas que desarrolla la FAO en ciertas zonas de América Latina, el Caribe y África para comer mejor y desperdiciar menos.


El segundo, pensar en qué utilidad le podemos dar a otras partes de los alimentos frescos, como la piel de las frutas. Una práctica muy habitual es pelar una manzana y tirar la cáscara a la basura, cuando en realidad podríamos incluirla en numerosas preparaciones. Licuados, batidos o purés, compotas o frutas asadas son solo algunos ejemplos gastronómicos que admiten la piel de muchas piezas. Además, cabe recordar que la piel de las frutas concentra una fracción importante de su composición nutricional global, en particular, de vitaminas, compuestos antioxidantes y fibra insoluble.


Con las pieles que son menos agradecidas hay otras opciones a estudiar. Si son cáscaras de cítricos -lima, limón, naranja, etc.-, podemos rallarlas y utilizarlas para aromatizar azúcares o dar sabor a los bizcochos. Si son cáscaras de tubérculos -como patatas, yuca o boniatos- podemos preparar compost o abono natural para nuestras plantas.

Cuando tenemos demasiadas verduras pero nos falta tiempo para guisar, no hay por qué dejar que el género se eche a perder o se queden mustias las hojas. Una práctica, sana y rápida solución es preparar deliciosos zumos de verduras.

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