La cocina de verano es muy fácil y rápida. Tan buena y nutritiva como la de invierno. Hay que preparar los mismos alimentos sin ahorrarnos los nutrientes, siendo agradables en frío. Las guisadas, estofadas con la cebolla, el perejil y el pimiento (por poner un ejemplo) En verano con estos mismos ingredientes los podemos poner en crudo, preparadas de maneras muy distintas; en ensalada, con salsas frías, vinagretas...
Unas patatas muy cocidas son riquísimas y agradables de comer.
Lavamos las patatas con agua fría. Las ponemos a cocer en un cazo o cazuela con abundante agua fría y un buen puñado de sal gruesa. A fuego lento y sin prisa. Pueden estar una hora o incluso hasta que se consuma el agua (la patata si se hace a fuego lento no tiene porque romperse, ya que al no golpearse unas con otras, se mantienen enteras). Retiramos las patatas del fuego y las sacamos del cazo de una en una, como algo muy delicado. Las dejamos enfriar (por dentro, de tanta cocción, están hechas puré) y las pelamos cuando están del todo frías (al enfriarse, por así decir se vuelve a unir en el interior y no se rompen al cortarlas). Desprendemos la piel de la patata, las cortamos en rodajas con la ayuda de una tabla y un cuchillo, largo y ancho. Ponemos huevo duro, atún y perejil picado con un buen chorro de aceite de oliva. Prueba y verás que ricas.
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